Feliz día de reyes
A las 11:10 el perro empezó a ladrar. Lo escuché a través de la
pared del patio pero no le presté atención, si bien hacía rato que no lo sentía
no fue un ladrido alarmante ni desesperado por lo que opté por seguir
preparando mi fiesta de cumpleaños ya que en unos días cumpliría 21. Pensé que
el perro ladraba porque había visto a los reyes magos en sus camellos que, al
ser 6 de enero, estaban repartiendo juguetes como les decía Fermín a los chicos
del barrio desde hacía años.
Media hora después, al escuchar la ambulancia, me enteré de la
noticia. Dos mujeres de alrededor de 30 años habían ingresado a la casa de
Fermín haciéndose pasar por enfermeras.
El hombre era uno de mis vecinos linderos. Tenía 80 años y vivía solo
desde hacía 5, sus dos hijas mellizas, Mabel y Esther de 39 años, habían
fallecido hacía 6 en un accidente de tránsito. Fermín sólo pudo reponerse de esa tragedia
fundando un comedor para los más necesitados, él decía que ese comedor era la
razón de su vida.
Cada mañana, desde el accidente se levantaba cumpliendo una rutina
a elección: a las 6:30 para ir a comprar el pan y preparar las tostadas, a las
7 recibía alrededor de 20 nenas y 25 nenes a desayunar en el comedor y los
preparaba para ir a la escuela. Porque si hay una cosa con la que el anciano no
daba tregua era con que los niños tenían que estar educados. Él mismo pagaba de
su bolsillo el transporte escolar que los llevaba a todos a la escuela pública y
al regreso, les daba el almuerzo.
Luego, los nenes se iban con sus familias y regresaban al día
siguiente otra vez para desayunar. Los fines de semana pasaba películas y hacían
juegos, además de que todas las tardes, para el que lo necesitara, había
contratado a tres mujeres de alrededor de 30 años para que dieran apoyo escolar
en el mismo espacio del comedor.
Fue así que Fermín, desde el accidente, vivía solo y se dedicaba
pura y exclusivamente a este emprendimiento, las mujeres que daban apoyo escolar
siempre coordinaban entre ellas y recibían a los pequeños que necesitaban ayuda.
Pero un día, una de ellas consiguió otro trabajo y se fue.
Desde el año pasado Fermín
y las otras dos mujeres fueron la única referencia en el comedor. Una de las
docentes se llamaba Mónica y la otra, Soledad y parece que la tragedia
acompañaba al anciano a donde quiera que fuera.
Una tarde, ambas estaban dando clases de matemáticas con alrededor de 10 nenes y uno de estos,
sin querer volcó kerosén en el piso cerca de la estufa y provocó un incendio
del que no hubo salvación. Mónica y Soledad, ante la desesperación lograron
sacar a los diez pequeños pero ellas no pudieron salir quedando atrapadas entre
las llamas. El comedor se derrumbó íntegro, techos, paredes, muebles, todo y
esta vez Fermín sumido en un cuadro depresivo fue hospitalizado y no volvió a
ser el mismo; se recuperó a medias.
Luego de un año, por fin le dieron el alta pero no podía estar
solo en la casa, no podía. Entonces decidió contratar a dos enfermeras que lo
cuidaran una por la mañana y otra por la noche.
Así fue que las dos enfermeras falsas ingresaron hoy, 6 de enero,
a las 11:10 a la casa de Fermín y lo asesinaron llevándose el único dinero que
le quedaba, tras darle una patada al perro para que dejara de ladrar. No saben
sus nombres, ni cómo el anciano las contactó, dicen. No tienen pruebas, ni indicios, no
dejaron huellas, nada.
Sin embargo, me parece que no tienen ganas de investigar porque al
entrar al hogar vi en el piso una colilla de cigarrillo y Fermín no fumaba. Los
vecinos me dijeron que a quién le va a interesar un viejo solitario y depresivo
y que me dejara de joder, que no me metiera.
Sin embargo yo, que aprendí a leer en su comedor hace 6 años, cuando
tenía 15, me voy a encargar de que se haga justicia, porque además de leer,
aprendí de él a no bajar los brazos y esa fue la lección más importante.
¡Excelente Paula! Que bueno volver a leerte.
ResponderEliminarGracias!!
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