El último jueves
Cuando Mariano levantó la vista, su mirada se perdió más allá del vidrio de
la ventana. Tres golpes secos en la puerta de entrada lo hicieron retornar a la
realidad. Sin embargo, aún seguía pensando en la palabra correcta.
Se levantó sin prisa del sillón,
que se encontraba al otro extremo de la habitación, y caminó con paso lento
hacia la puerta. Al abrirla, sólo encontró un papel doblado, en el piso. Se
agachó, lo tomó y al desdoblarlo vio que tenía dos manchas de sangre en el
centro.
A pesar de que no había nada
escrito creyó haber entendido el mensaje. Regresó a su sillón, tomó la pluma y
siguió escribiendo.
El papel en su bolsillo comenzó a mancharle la chaqueta pero él seguía
ensimismado en su escrito, con la firme convicción de que la revolución debía
llevarse a cabo con sangre o no prosperaría. Las picas en la Plaza de la
Victoria avalaban su pensamiento. Escribió las últimas frases, dejó la pluma en
el tintero y comenzó a leer su texto.
Tras la lectura, apoyó la hoja sobre el escritorio y dio por terminado su
trabajo. Sólo quedaba el último detalle: difundirlo.
Mientras las gotas de sangre
fresca continuaban expandiéndose por la tela de su chaqueta, afuera, en la
calle, comenzaron a escucharse las primeras gotas de lluvia chocando contra el
suelo.
Mariano apagó las velas y se fue a
su habitación. Se desvistió, se acostó y
se durmió profundamente, sin saber que sería el último jueves que dormiría en
su cama. Se durmió sin estar al corriente de que en unos días lo harían
embarcarse rumbo a Inglaterra pero con la sospecha de que Cornelio no dejaría un
solo paso librado al azar.
Y mientras Mariano yacía
descansando, se secó la sangre de la chaqueta, que estaba sobre la silla de la
habitación, dejando una huella imborrable.
¡¡Hermoso Paula!! Una joya en el día del periodista.
ResponderEliminar¡Que gusto volver a leerte!
Gracias, Osvaldo, por comentar mis relatos. Últimamente estoy escribiendo poco :(
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