Secreto a tumba abierta
Lo sabía. Sin embargo, cada noche, cerraba los ojos y dormía de manera profunda.
La respiración marcaba el ritmo: lento,
pausado, plácido. Y cada mañana despertaba renovada para ensayar un nuevo
capítulo de la obra de teatro.
Las pruebas eran asimétricas. Algunos días resultaban impecables; otros, irreproducibles.
Cuando
esto último ocurría, el director de la obra no podía creer que fuera la misma.
Pero ella se esforzaba tanto que tras cada desastre, él le daba otra oportunidad.
Entonces llegaba la noche y ella cerraba los ojos y dormía en forma placentera, o eso
creía, para despertar al día siguiente por la
mañana y enfrentar un nuevo ensayo.
El
director procuraba distribuir dificultades diferentes en el escenario, para
romper la monotonía. Dificultades que no siempre eran fáciles de sortear.
Pero
ella lo sabía y, algunas veces, hacía su mejor esfuerzo y lograba resultados sorprendentes. Otras,
simplemente se dejaba llevar, sólo para volver a dormirse.
Y
cada vez que apoyaba su mejilla en la almohada, recordaba lo que sabía,
intentando borrarlo de la mente. No lo negaba, pero se obligaba a correrlo de
escena, como si sólo fuera una parte lejana del foro. Mutis por el foro.
Entonces, iba cavando su propia fosa. Noche a noche la profundizaba varios
centímetros. Mutis por el foro.
Sabía que un día cualquiera, casi con seguridad, caería dentro. Pero eso era un
secreto, un secreto a tumba abierta.
Paula
¡Que bueno volver a leerte! ¡Me encanta la intensidad con que describes sentimientos! ¡Bravo!
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