jueves, 12 de mayo de 2016

Secreto a tumba abierta

Secreto a tumba abierta

   Lo sabía. Sin embargo, cada noche, cerraba los ojos y dormía de manera profunda.
La respiración marcaba el ritmo: lento, pausado, plácido. Y cada mañana despertaba renovada para ensayar un nuevo capítulo de la obra de teatro.
   Las pruebas eran asimétricas. Algunos días resultaban impecables; otros, irreproducibles.
  Cuando esto último ocurría, el director de la obra no podía creer que fuera la misma. Pero ella se esforzaba tanto que tras cada desastre, él le daba otra oportunidad.
   Entonces llegaba la noche y ella cerraba los ojos  y dormía en forma placentera, o eso
creía, para despertar al día siguiente por la mañana y enfrentar un nuevo ensayo.
   El director procuraba distribuir dificultades diferentes en el escenario, para romper la monotonía. Dificultades que no siempre eran fáciles de sortear.
   Pero ella lo sabía y, algunas veces, hacía su mejor esfuerzo y  lograba resultados sorprendentes. Otras, simplemente se dejaba llevar, sólo para volver a dormirse.
   Y cada vez que apoyaba su mejilla en la almohada, recordaba lo que sabía, intentando borrarlo de la mente. No lo negaba, pero se obligaba a correrlo de escena, como si sólo fuera una parte lejana del foro. Mutis por el foro.
    Entonces, iba cavando su propia fosa. Noche a noche la profundizaba varios centímetros. Mutis por el foro.
    Sabía que un día cualquiera, casi con seguridad, caería dentro. Pero eso era un secreto, un secreto a tumba abierta.


Paula